Internet es una infraestructura que sustenta una
porción cada vez más importante de nuestra cotidianidad. El mundo
digital es, para unos, una oportunidad de cambio y transformación
social, cultural, económica y política y, para otros, un nuevo entorno
donde reproducir los antiguos miedos y avaricias del tradicional mundo
analógico.
La red ya no es un espacio de nativos digitales o de una minoría
precoz sino un territorio de la multitud. Asistimos a una progresiva
universalización de Internet.
Si en 2011 el 69,3% de población española utilizaba Internet, este
porcentaje se incrementa en 2013 hasta llegar al 84,1%, según los datos
que hemos recogido en el último estudio del World Internet Project Spain -un proyecto del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya
(UOC)- que tiene como objetivo observar y documentar el cambio social
y cultural a medida que la sociedad adquiere y utiliza Internet.
Nuestros datos nos permiten estructurar la población digital alrededor de cinco culturas. La cultura mayoritaria, la e-mmersiva
(28,9%), se muestra entusiasta y valora de forma positiva las opciones
que ofrece Internet tanto en su entorno laboral como en su ámbito
personal o de ocio. La social-conectada (27,5%) está
formada por los usuarios que más aprecian las posibilidades que ofrece
Internet como herramienta de relación social. El tercer grupo, los consumidores digitales
(21,1%), valora las ventajas que puede ofrecer Internet para distraerse
con los contenidos y con información y recursos que les facilita la
vida. Los tecno-instrumentales (13,2%) consideran que la red simplifica su cotidianidad y, finalmente, los ciber-moderados,
la cultura minoritaria (9,2%), no muestran un exceso de entusiasmo sino
una actitud moderada, tanto ante las posibilidades de diversión como de
eficacia.
Esta colonización masiva de la red conlleva, irremediablemente, una
mayor conciencia de lucha contra los gestores tradicionales de lo
económico, lo cultural y lo político que se afanan por replicar las
limitaciones y obstáculos del sistema analógico. La lucha por la
definición de las reglas y oportunidades del territorio digital no ha
hecho más que empezar: el canon digital, la tasa Google, el intercambio,
el copyright, la ley SOPA, los mooc, el car sharing, el alquiler/intercambio de habitaciones/apartamentos (Airbnb o HomeforHome), los bancos de tiempo, el micromecenazgo…
Esta lucha entre un Internet que únicamente permite replicar las
antiguas estructuras y el Internet de la transformación y el cambio se
extiende por todos los rincones de nuestra cotidianidad. Este combate
afecta a todas aquellas estructuras que rinden pleitesía al régimen de
las restricciones abusivas, los aranceles, los derechos de “casta” o los
monopolios. Y si no, que se lo pregunten a los taxistas que ven como la
potencialidad de lo digital les está arrebatando la bajada de bandera.
Jeremy
Rifkin nos lo deja claro: “…los beneficios empresariales se están
empezando a evaporar, los derechos de propiedad pierden fuerza y la
economía de la escasez deja paso, lentamente, a una economía de la
abundancia”. La tercera revolución industrial
empieza a enseñar las orejas mientras las tradicionales y miopes
industrias culturales, económicas y políticas enseñan los dientes y se
rasgan las vestiduras.
Queremos más por menos… porque es posible.
Para saber más:
Rifkin, J. (2014). La sociedad del coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo. Barcelona: Paidós.
Talks at Google: Jeremy Rifkin “The Zero Marginal Cost Society”.
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