Locos por la comunicación 
Los humanos tenemos una asombrosa capacidad, y necesidad, para 
acumular saberes, para almacenarlos y difundirlos. Nuestra habilidad 
para compartir información y nuestra capacidad para almacenarla son las 
piezas fundamentales del engranaje que ha permitido y permite nuestra 
evolución y transformación como especie.
Nuestro talento para la invención de multitud de herramientas y 
sistemas orientados a compartir información y conocimiento nos ha 
permitido desmarcarnos de las leyes de la selección natural como 
mecanismo básico de resolución de problemas que, implacablemente, 
determina la evolución del mundo animal y vegetal. Fue el Homo sapiens quién inauguró la carrera hacia la sociedad del conocimiento y la comunicación. 
Nuestra herencia genética fue diseñada como el primer sistema de 
almacenamiento de información y de comunicación que nos permitió 
sobrevivir a los neandertales. En palabras de Sebastià Serrano, “gracias
 al desarrollo del conjunto de habilidades comunicativas culminadas por 
el lenguaje nuestros ancestros pudieron construir un segundo patrimonio 
de informaciones y saberes mucho más ágil, adaptable y de evolución 
extraordinariamente más rápida que el genético”. 
La comunicación es el centro de la evolución humana y de su transformación constante. Aquello que nos hizo sapiens
 tiene que ver con estar con otros, participar con otros, escuchar  a 
otros para transformar la realidad y a nosotros mismos. Todos los 
sistemas de comunicación humanos replican cada vez con mayor potencia 
nuestra capacidad como civilización de expandir y ampliar lo que sabemos
 a través del caminar en busca de los otros. Nuestra especie resuelve 
sus problemas, o por lo menos lo intenta, gracias a la asombrosa, por no
 decir demencial, capacidad para acumular saberes, para almacenarlos y 
difundirlos. 
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