Los fans
están por todas partes. La Red es su fortaleza, la publicidad los
quiere y el auge de la cultura popular, de la música pop, las series
televisivas o los videojuegos, ha diseminado y extendido el fandom
anegando los salones de la academia donde hasta hace no mucho tenían
vedada la entrada. Hoy todos somos fans. Para comprender las dimensiones
del fenómeno Jordi Sánchez-Navarro ha coordinado, junto a Daniel Aranda
y Antoni Roig el libro colectivo Fanáticos. La cultura fan (UOC, 2013). En sus páginas acontece una suerte de teoría y práctica del fan, desde el consumidor de anime japonés, cuyo perfil dibuja el propio Sánchez-Navarro hasta el delirio colectivo de los seguidores de la saga Crepúsculo, a cargo de Meritxell Esquirol, pasando por los fascinantes creadores de vinily rips, de los que da cuenta Ángel Díaz.
Pregunta.- Afirman al comienzo del libro que los fans
habían sido hasta hace poco menospreciados como objeto de estudio. Y sin
embargo hoy parece que la cultura fan manda.
Respuesta.- El menosprecio académico de los fans como
objeto de estudio tiene que ver con su consideración como consumidores
excesivos. Para las escuelas de pensamiento herederas de una
aproximación crítica a la influencia de los medios de comunicación, los fans representaban, digamos, casos extremos de alienación, gente que prácticamente consagraba su vida al consumo. Algo
así como una etapa infantil del consumidor de cultura y medios. Las
aproximaciones contemporáneas al tema ven a los fans como representantes
de un consumo cultural productivo, como personas que acumulan, producen
y gestionan saberes de formas muy variadas.